UNAS SEMANAS ANTES DE MORIR.

María Luisa Ferré Rangel

Presidenta de la Junta de Directores y Editora de El Nuevo Día

Unas semanas antes de morir, ya en el hospital, mi abuelo me tomó de la mano y me pidió que le prometiera dos cosas. Me sorprendió la fuerza que tenía todavía, a pesar de que su vida se iba apagando poco a poco. Mirándome a los ojos me dijo: "No me dejes morir, que tengo mucho por hacer todavía. Mi cuerpo me traiciona, sé que no puede más, pero mi espíritu, mi mente y mi alma están tan jóvenes". ¿Qué le contesto?, pensé.

¿Le miento y le digo que no lo voy a dejar morir? ¿Le digo que va a estar bien y que en unos días va a salir del hospital?

Lo único que se me ocurrió fue decirle que él no estaba solo, que si su cuerpo lo traicionaba, como un día nos pasará a todos, dejando de funcionar, su espíritu iba a vivir eternamente. Que no sintiera miedo. Que su hermana lo iba a estar esperando.

Entonces me dijo: "Pues tú tienes que continuar mi obra más importante. No abandones el Museo. Mi mejor legado. Lo más importante que yo he hecho en mi vida. Prométeme que lo vas a cuidar y te vas a asegurar de que va a seguir sin mí". Y fue entonces que le hice esa promesa.

Llevo siete años como presidenta de la Junta de Síndicos de la Fundación que lleva el nombre de mi abuelo. Han sido siete años de mucho trabajo para garantizarle un futuro a este Museo que trascienda la figura de mi abuelo, mi persona o mi familia. Mi misión ha sido prepararla para que pueda durar muchos años más, luego de que yo no esté aquí. El Museo de Arte de Ponce es hoy no solo un patrimonio de Puerto Rico, sino que trasciende las 100 x 35 millas de esta isla y se ha convertido en un patrimonio del mundo. Es reconocido, no por nosotros sino por sus pares, como uno de los mejores museos existentes.

Mi abuelo nunca compró pensando en él. Es decir, en enriquecerse él, pero sí compró con pasión lo que le gustaba, lo que encontraba bello. Lo compró con su dinero, producto de su trabajo y esfuerzo personal, pero todos los cuadros que compró los puso a nombre de la Fundación Luis A. Ferré, para garantizar que esos cuadros no se usaran por nadie para enriquecerse personalmente, ni para alimentar egos privados. Siguió la trayectoria de su amigo Nelson Rockefeller y decidió abrir un museo para que fuera el pueblo de Puerto Rico el beneficiario de su legado, no su familia.

Los cuadros del Museo solo se pueden vender para comprar otras obras de arte. La operación del Museo, de su planta física, sus...

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