El ungido

Mario Alegre Barrios

El discurso del autoproclamado "hijo de Chávez" al filo de la medianoche del lunes, luego de su ceñidísimo triunfo en las elecciones venezolanas, fue el testimonio más elocuente de las falencias de este hombre como presunto líder de un país en el que casi la mitad del electorado le votó en contra, mensaje cargado de la demagogia heredada de su predecesor, sí, ese que se le apareció encarnado "en un pajarito chiquitico", que con silbidos le "habló" para reiterarle que el reino de este mundo era bolivariano.

Sí, bolivariano, o sea, de la mitad de los venezolanos, porque el otro 49% es -piensa él- "burgués" y "millonario", "rebaño del Imperio" y enemigo mortal de los que sí votaron por él, cliché que volvió a cincelar con esa retórica gastada que tan efectiva es cuando se ceba en la necesidad del desposeído, en pos del voto que se compra con una nevera o un televisor y que se consolida con la promesa de quitar a los que tienen, aunque su esfuerzo les haya costado.

Decía que no creo en los políticos. En este caso ni en Capriles y menos en Maduro. Pero -ojo- en...

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