La violencia

EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ

ESCRITOR

El análisis de Canales se refería a nuestra obsesión -¡tan hispánica, tan árabe!- con la valía personal; la honra está situada en nuestra posesión y vigilancia de los genitales de la novia, esposa, la mujer pretendida o divorciada: una vez nuestros, siempre nuestros. He aquí el origen del "ataque de cuernos" cumplida la separación o efectuado el divorcio. "Eso es mío y de nadie más"; este comportamiento obsesivo y posesivo también se extiende a los hijos frutos de la unión conyugal. "Jamás permitiré que mis hijas tengan padrastro", o madrastra en el caso de los varones, o en la variante -tan al uso- de mujeres que se fugaron con otras mujeres.

Como reverso de ese machismo posesivo y abusador, está la neurastenia femenina de la "aborrecía", mujer que aguantando el abuso incuba rabia, que soportando golpes busca el coraje para infligirlos. Hasta que un día alza un cuchillo posiblemente contra los más débiles, sus hijos.

Otra variante de la violencia familiar es el abuso sexual contra los niños, hijastras e hijastros, hijos y parientes de la familia extendida puertorriqueña. Esta violencia tiene raíces profundas en nuestros modos ancestrales, en el hacinamiento y la miseria del campesino, en la mismidad del trabajo en el campo y la temprana hora del sueño.

Este comportamiento ahora se ha trasladado a barriadas y caseríos; la concupiscencia contra los niños -fenómeno mundial- se ha enardecido mediante la pornografía infantil, la disponibilidad de los medios electrónicos para grabar y fotografiar esos actos; el hedonismo de la sociedad se hermana aquí con valores pervertidos, la sensación de que si es posible la transgresión, de algún modo es permitida, es decir, la disponibilidad de la imagen pornográfica incita a la disposición para ejecutarla.

Puerto Rico accedió a un desarrollismo que significó grandes desigualdades sociales aunque expectativas uniformes de consumo. Antiguamente, los marginales o pobres apenas eran bombardeados por las exigencias de la sociedad de consumo; pocos tenían radio. Hoy por hoy la televisión y los anuncios clasificados han llevado la oferta del consumo a todas partes. Las apetencias son las mismas, tanto en el muchacho de Lloréns Torres como en la ama de casa de Guaynabo City; ambos quieren tener un Porsche y beber Dom Perignon. Los valores son los del hedonismo y la gratificación...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR