'Fue una agonía'

Por Sandra Caquías Cruz

puertoricohoy@gfrmedia.com

Ese leve retraso probablemente le salvó la vida.

Muchos de sus compañeros de trabajo que llegaron puntuales al comedor de la planta estuvieron entre los más de 37 civiles que eventualmente perdieron la vida en un ataque terrorista con toma de rehenes que se extendió por cuatro días.

En el ataque murieron también 29 de los 32 secuestradores.

Natural de Sabana Grande, Lebrón Ayala, de 46 años, llevaba dos años laborando en la planta de gasificación de la empresa British Petroleum en la ciudad de In Amenas.

Tras la odisea, llegó a Puerto Rico en la madrugada de ayer después de haber sido transportado inicialmente a una base militar norteamericana en Alemania, como uno de los siete ciudadanos estadounidenses y 25 civiles que sobrevivieron el ataque.

A su llegada a la Isla, Lebrón Ayala, un exmilitar con nueve años de servicio en las Fuerzas Armadas, fue recibido emotivamente por sus familiares bajo estrictas medidas de seguridad. No estuvo disponible ayer para la prensa porque, según el Departamento de Estado de Puerto Rico, se encuentra bajo protección federal. No obstante, familiares y allegados relataron ayer cómo salvó su vida Lebrón Ayala, cuyo trabajo era como chofer de uno de los camiones que transportaban el gas desde una mina a la planta gasificadora.

Según les relató a sus familiares, un guardia de seguridad de la planta sonó la alarma que alertó de un ataque terrorista. El guardia también rompió un tablero donde se informaba la ubicación de los empleados.

Ese guardia estuvo entre los primeros en morir.

Tan pronto escuchó la alarma que avisaba de un ataque terrorista, Lebrón Ayala apagó las luces y todo el equipo electrónico que tenía en la habitación, según narró su tía, Luz Ayala.

Entretanto, Hiram Vega, el ayudante del alcalde de Sabana Grande, quien fue autorizado para ser su portavoz ante la prensa, agregó: "Cuando va a salir de su cuarto, él escucha la alarma de terrorismo que tiene la planta, que es intermitente. Entra nuevamente al cuarto y dice: 'esto no está bien'... y se prepara para lo peor. Apaga las luces del cuarto, coge un locker (casillero) y lo pone contra la puerta; apaga todo lo que tiene y se pone contra la puerta. Terminando el proceso de protegerse, comenzaron los disparos. Él dice que eran ametralladoras; dice que eran como explosivos que estaban detonando, y eso estuvo consecutivamente, por muchas horas, ocurriendo", relató Vega a nombre de Wilmer.

Por suerte...

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