Ana Irma, fiel a la Dama de la Justicia

rtellado@elnuevodia.com

Como dato curioso, la escultura del Colegio muestra a la Justicia con los ojos abiertos y sin vendas. Tal vez en eso se parece a Rivera Lassén, quien desde muy joven se ha mantenido con los ojos abiertos a la lucha en favor de los derechos humanos.

Desde niña, la tercera de cuatro hermanos estuvo consciente de que debía luchar por sus derechos. Así lo manifestó a sus padres a los cuatro años, cuando les pidió un triciclo. Le respondieron que no sería para ella por ser niña, sino para su hermano menor.

"Yo me puse a argumentar con mi mamá y mi papá. Les dije que eso no era una razón", contó la abogada de 57 años. "Recuerdo que me paré en el balcón de la casa y me prometí a mí misma que cuando creciera yo iba a probar que los hombres y las mujeres podíamos hacer las mismas cosas".

Siempre le llamó la atención el tema de la defensa de los derechos de la mujer. "Cuando estaba en escuela intermedia y superior, siempre que mandaban a hacer trabajos, yo los hacía buscando temas relacionados a mujeres famosas o historias de mujeres. En noveno grado recuerdo haber hecho un trabajo sobre las sufragistas", relató.

Se graduó de la Escuela Secundaria Juan José Osuna, en San Juan, e ingresó al Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico a la edad de 16 años. Completó el bachillerato en Humanidades tres años después, por lo que a sus 19 primaveras ya estudiaba en la Escuela de Derecho.

Durante su vida universitaria, que transcurrió en plena década de los 70, se volcó hacia las luchas en contra del discrimen por género, raza y orientación sexual. En ese periodo ayudó a fundar la organización feminista Mujer Intégrate Ahora, la Comunidad de Orgullo Gay y fue representante juvenil en la Comisión para el Mejoramiento de los Derechos de la Mujer.

¿Siempre quiso ser abogada?

Yo realmente quería ser periodista. Las comunicaciones siempre me han gustado. De hecho, cuando estudiaba en la Osuna, los mediodías cruzábamos un grupito de estudiantes a la WIPR y grabábamos un programa de radio para niños que se llamaba "Jardín Infantil", en que dramatizábamos los cuentos tradicionales de la niñez. Hacíamos las voces de los personajes. Eso lo estuvimos haciendo desde que yo estaba en séptimo grado hasta cuarto año.

Era bien interesante y aprendí dos cosas bien importantes que a lo largo de mi vida me han ayudado: a perder el miedo a los micrófonos y a desenvolverme muy bien frente a los medios de comunicación.

Durante el tiempo de los primeros activismos feministas hicimos la revista "El tacón de la chancleta", en la que incursioné en escribir para un medio alternativo. También tuve una columna en el desaparecido periódico El Reportero que se llamaba "La mujer del siglo XXI", refraseando el nombre de un periódico que tuvo Ana Roqué de Duprey, que se llamaba La mujer del siglo XX.

¿Qué le hizo cambiar de...

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