Guajanas

RAFAEL A. TORRECH SAN INOCENCIO

HISTORIADOR

Evocan tiempos no tan antiguos cronológicamente, aunque sí anímicos, cuando la caña de azúcar empleaba a miles de puertorriqueños. Sobreviven en pequeños puñados a lo largo de ríos y quebradas, y como parchos tímidos que interrumpen la continuidad del pasto y los arbustos que acaparan una tierra otrora cuidadosamente cultivada.

Como tantas muchas cosas en nuestra Patria, nuestra agricultura ha sido eminentemente colonialista. Los cultivos de subsistencia cedieron en importancia ante el afán de hacer de la Isla una colonia explotable. Las metrópolis europeas convirtieron al Caribe en una factoría de cultivos de exportación. A fin de cuentas, ¿para qué son las colonias, si no es para explotarlas?

La resistencia nativa siempre estuvo ahí. Ante la indiferencia, la tributación excesiva y las precarias vías de acarreo para los productos agrícolas, los puertorriqueños recurrieron al hato. En fincas marginales, cebaron ganado, caballos, cerdos y cabras para su sustento; y para el contrabando a las islas vecinas, ya abrumadas por el intenso monocultivo de la caña de azúcar. Pero ante el afán de sustituir el ingreso de las nuevas repúblicas bicentenarias de América Latina, España desmanteló los hatos y articuló una agricultura colonialista de caña, tabaco y café. Los estadounidenses posteriormente magnificaron el modelo agrícola colonialista...

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