… y de quiebras

“Amor omnia vincit” (el amor todo lo vence), escribió el poeta Virgilio en el siglo I a.de C. Esta novela de la canadiense Margaret Atwood, autora de “The Handmaid’s Tale”, convertida en una serie exitosísima de televisión, parece ejemplificarlo. En cierto sentido, se trata de una alegoría que ilustra la fuerza, adaptabilidad y perdurabilidad del amor a pesar de los obstáculos. ¡Y qué obstáculos!

Cuando empieza la novela, Stan y Charmaine, un matrimonio joven, están viviendo en su automóvil tras perder sus respectivos empleos durante la recesión de principios de este siglo. Se mueven continuamente entre estacionamientos, huyéndoles a las hordas de jóvenes endrogados y hambrientos que pueden atacarlos. En un abrir y cerrar de ojos, han pasado de ser miembros sólidos de la clase media –él era un ejecutivo en una compañía que fabricaba robots; ella era asistente en un hogar de ancianos- a ser pobres de solemnidad. El afecto mutuo, sin embargo, se ha mantenido incólume: se cuidan y se preocupan el uno por el otro y hacen el amor –frecuente pero incómodamente- en el asiento trasero del auto.

Su situación es tan desesperada que cuando ven un anuncio televisivo que busca voluntarios para un programa que garantiza casa, comida y confort a cambio de vivir en un pueblo completamente aislado y de ingresar, en meses alternos, a una prisión y mezclarse con los presos, no pueden resistir. A pesar de las dudas de Stan, empiezan una nueva vida en el pueblo de Consilience, donde se encuentra el Positron Project de penales reformados.

Todo marcha como miel sobre hojuelas a pesar de las separaciones cíclicas del matrimonio durante los meses alternos. Pero los paraísos prometidos no existen. La perversión que subyace a la realidad “perfecta” sale a relucir y no solo en la naturaleza de...

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