¡20 horas!

Ruth Merino Méndez

Actualmente dedicamos mucho más que 20 horas a la semana a la sagrada tarea de mantenernos a flote. Y cuando surgen circunstancias extraordinarias, el usual circo de tres pistas se convierte en un carnaval fantasmagórico. Digo esto porque en aras de seguir disfrutando de nuestro derecho a pertenecer al siglo 21, adquirimos la tecnología moderna y, junto con ella, el deber de lograr que funcione adecuadamente.

Cuando fracasamos en este intento, la odisea nos hace soñar con eras más sencillas. Al menos eso me ha pasado a mí: durante las últimas dos semanas no he tenido teléfono en casa ni celular ni Internet. Como consecuencia, debo confesar que los círculos de Dante no han estado muy lejos de mis afiebrados pensamientos.

He hecho incontables llamadas (me prestaron un teléfono celular) y he enfrentado por consiguiente el enemigo público num. 1 de los náufragos tecnológicos: una irritante voz femenina...

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