Espejismo

Ruth Merino Méndez

A veces me comunica que mi dirección electrónica ha resultado victoriosa en una rifa. Solamente se requiere que yo dé unos datos sencillos sobre mi humilde persona para que la diosa Fortuna me declare su hija predilecta.

En los mensajes que me llegan gracias a la internet aparecen a veces nombres de instituciones o personas que realmente existen, lo cual da un toque de autenticidad a estos fraudes, que se originaron en Nigeria en los años ochenta, pero que ya se han globalizado.

El engaño es transparente. Utilizando una gota de sentido común, las víctimas potenciales se darían cuenta de inmediato que el objetivo es despojarlas de una parte de su caudal.

Claro, por ahí aseguran que el sentido común es el menos común de los sentidos. Y los autores de estos seductores mensajes lo saben muy bien. Después de todo, obtienen nada menos que unos $ 700 millones anualmente gracias a la credulidad de miles de soñadores.

Hace apenas unos días alguien me comentó que un pariente suyo había caído redondo en la trampa. Primero le pidieron $ 200 (para trámites de...

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