28 años preso siendo inocente

Cuando en octubre del ya lejano 1990 los pesados portones de la cárcel se cerraron tras José Armando Torres Rivera, era, literalmente, para siempre.Había sido acusado de abominables crímenes: secuestro y violación. Una joven de 20 años lo había identificado como el líder de tres hombres que se la llevaron a punta de pistola de su casa, en el barrio San José de San Juan, hasta un mangle cerca de la Base Muñiz, en Carolina, y la ultrajaron y vejaron sin humanidad hasta que pararon porque una patrulla policiaca pasó cerca.Torres Rivera tenía entonces solo 17 años. Pero tras ser identificado por la víctima fue juzgado como adulto. En mayo de 1991, fue sentenciado a 224 años de cárcel a ser cumplidos de manera consecutiva. El normalmente aletargado sistema penal dispuso de él con brutal eficiencia. En menos de un año, lo investigó, acusó, juzgó y condenó a estar preso hasta que muriera."Se me acabó el mundo. 17 años. Menor. ¿Cómo me voy a defender en la cárcel?", dice Torres Rivera, hoy de 47 años, quien salió en libertad bajo palabra el 22 de enero de 2019, tras 28 años y medio preso.Solo una cosa faltó en este drama: que el condenado a morir preso fuera culpable. No lo era. Treinta años después, análisis de ADN hechos al pantalón de la víctima revelan que era cierto lo que Torres Rivera, y otros, dijeron desde el principio: él no tuvo nada que ver con los hechos.Cuatro exámenes revelan material genético de Fabián Rivera Rivera, un primo de Torres Rivera todavía preso por este crimen, y de "varios hombres más". Ninguno de los perfiles es de Torres Rivera.Basado en la nueva evidencia, el juez Edgar Figueroa Vázquez le concedió un nuevo juicio. El Departamento de Justicia evalúa si procede al nuevo juicio o archiva los cargos, dijo el fiscal Yamil Juarbe. El Nuevo Día supo que la intención de Justicia es pedir el archivo."Cuando yo vi la prueba que me exoneraba de todos los delitos, no me tomó por sorpresa, porque yo conozco mi verdad. (Pero) nos pusimos muy contentos de que esa prueba interrumpiera la mentira", dice Torres Rivera.Su historia es la de un sistema penal implacable incluso cuando va, como tren descarriado, en vías de condenar a un inocente. Pero también es la de un hombre con educación de sexto grado que, sabiéndose condenado de forma injusta, nunca dejó de pregonar su inocencia.Y, además, es la historia de una abogada que tenía 9 años de edad al momento de los hechos y que, examinando décadas después el expediente de Torres Rivera...

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