Por un maní

Norma Borges

A mí también me hizo llorar, pero de coraje. Allá para el 1982, en una sala de tránsito, de un vuelo entre Ciudad México y Nueva York, que hizo parada en Houston. Esta plebeya trabajaba para entonces en la sala de espera VIP de Air France, en el aeropuerto que hoy se llama George Bush.

De entrada no lo conocí. Ciertamente no estaba familiarizada con su cara. Viajaba con un entourage como de cuatro caballeros. Mi revisión ocular se detuvo en uno delgado él, alto, de cabellera lacia, muy chic. La colega mexicana me bajó de la nube: "Es el del lado, el llenito, peloncito y colorao".

Hasta donde estaba fui a practicar francés. Hice lo que pude con el idioma y la pronunciación que me enseñó Robert -fresquecito que lo tenía- pero que estoy segura se me dislocó por los nervios. Dos pies me separaban del hijo de Rainiero y Grace, hermano de las dos chicas de moda: Carolina y Estafanía. Le ofrecí un trago y maní, "en francais". Su carcajada me avergonzó. "¿Quién te manda boba?", gritó mi conciencia. ¡Qué estilo tiene...

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