Coche

Yara Liceaga

A los cinco años de edad la vida viene construida en revelaciones y asombros así que la falta de mareo era un descubrimiento interesante, aunque pareciera extraño no estar compartiendo el recorrido sin el gentío que supone el transporte público.

Aquellos cinco años no venían de cualquier turista: bien versado en asuntos de aeropuertos, estaciones de "bus" y tren habiendo viajado decenas de veces a ciudades y pueblos, el niño establecía diferencias y comparaciones de la efectividad, las formas y los colores de todos aquellos medios que lo desplazaban de lugar en lugar para seguir explorando el mundo. Los padres comparaban precios y el componente social de cada uno de ellos.

Pero el coche, el coche seguía siendo antipático. Una especie de misterio a ratos descifrable. Sin carné de conducir, ambos padres siempre buscaban la manera de moverse sin la necesidad de uno. Hasta que llegaron a Puerto Rico. "Esto es como Marbella, que hay que ir en coche hasta para...

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