12 de mayo

JOSÉ CURET

ESCRITOR

Pocos minutos después de clarear el día, los cañones de aquellos barcos, apuntados sobre la vieja ciudad, abrieron fuego. "Con los sonidos secos del terrible cañoneo -escribe un cronista y testigo ocular- se mezclaba el estallido de bombas. Semejaban el rompimiento de cristales arrojados a un abismo. Mujeres y niños despavoridos corrían a refugiarse detrás de la Marina, por Puerta de Tierra y la Carretera Central, como si fueran en romería".

Tres horas más tarde cesó el fuego. Pero en todo ese tiempo, las defensas, parapetadas tras las troneras del Morro, apenas pudieron contestar el ataque. El Cañuelo, baluarte a la entrada de la bahía, no tenía un solo cañón. "El magnífico artillado de bronce -anota el mismo cronista- ya no existía, pues como el bronce es dinero, aquellos cañones se (habían) reducido a viles monedas de oro".

Al alejarse la flota, aquel mismo día, había dejado a su paso 57 víctimas, entre muertos y heridos, muchos de ellos civiles.

Pero dentro de lo trágico del suceso, también se registraron incidentes jocosos. El edificio donde hoy ubica el Archivo y Biblioteca Nacional, albergaba entonces la cárcel provisional. Aquel día estaban allí encarcelados, ocupando una misma celda, Santiago Iglesias Pantín, líder obrero, acusado de ser anarquista; y William Freeman Halstead, súbdito inglés, acusado de ser espía tras revelar unos fotos de las defensas del Morro, tomadas con su Kodak y publicadas en el New York Herald. Uno de los proyectiles lanzado aquel día, atravesó los muros de la celda y rozó el cuerpo de Santiago Iglesias, produciéndole una herida, "donde, según el clásico, la espalda cambia de nombre". A Halstead lo oyeron reír y gritar como un loco, "cañón americano, mucho bueno".

Ni los muertos ni los locos se libraron del ataque. Unas granadas de fragmentación destaparon tumbas y abrieron los nichos del cementerio. Otro proyectil derribó paredes del antiguo manicomio, donde hoy ubica la Escuela de Artes Plásticas. Muchos locos internados allí, aprovecharon el hueco y salieron caminando. Desde entonces decimos, son más los que están afuera que los que están adentro.

Y en todo aquel bombardeo, preludio a la invasión dos meses más tarde, la primera víctima fue la verdad. Ocurre siempre y cuando se mezclan y se juntan intereses políticos, militares y económicos; suelen llamarlos "intereses nacionales".

Aduciendo esos intereses, justificaron aquel bombardeo de San Juan. Alegaron...

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