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Rosa Mercado

Ahora nos encontramos nuevamente con el hombre. Calvo. Prematuramente envejecido. El hombre que mira a la juez que llora y parece, con el gesto, pedir disculpas. Anotamos el detalle de la justicia que se conmueve. No estamos acostumbrados a eso.

Toda nuestra atención se concentra en el hombre. ¿Cuántas veces alegó su inocencia? ¿Cuántas personas creyeron en él? ¿Cómo se siente ahora que con gesto inexpresivo recibe la noticia de su liberación?

El afán de un agente por "esclarecer" el asesinato, un adolescente que siguió las instrucciones del agente e identificó en la rueda de confrontación al narizón, que resultó ser el hombre de esta historia. De ese junte de maldad e ignorancia salieron 23 años de cárcel para un hombre inocente.

El adolescente que fue el muchacho de las narices, nunca mejor dicho, tardó dos décadas en entender que había hecho algo erróneo. Hasta que un día decidió hablar con las autoridades y desencadenó los eventos que llevaron a la libertad al ser a quien un día sus palabras condenaron a la prisión. ¡Cuánta ligereza en el hablar! ¡Cuánta facilidad para prestarse a mentir sin importar las consecuencias!

El...

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