Ganado

Miguel Rodríguez Casellas

Las redes de solidaridad que inevitablemente surgen entre sectores excluidos del banquete capitalista convocan a periodistas y "culturetistas". Les une un mismo resentimiento hacia autoridades, reales o imaginarias, que controlan la producción del trabajo de cada uno. En el caso del primero es el editor que da o no paso a la cobertura noticiosa; en el segundo es más un tema de acceso a fondos y ámbitos de divulgación.

Las vicisitudes que enfrentan los ahora aliados, artistas y periodistas, ha sido material de epopeyas cinematográficas, siempre dispuestas a explotar el extendido sentido de impotencia e indefensión de la clase media frente a poderes que estructuran y controlan su vida. En estas narrativas se juega a David y Goliat, lo cual precondiciona la manera en cómo el público interpreta cualquier controversia entre un autor y la "monstruosa" institucionalidad cultural.

Estaríamos hablando de prejuicios al adjudicar a priori a buenos y malos, a culpables e inocentes, alimentados por la manera en cómo el periodismo suele reseñar controversias culturales cuando involucran al Estado, quien siempre hará un excelente villano.

Bajo esta luz, toda institución cultural es culpable hasta que demuestre lo contrario. Y todo...

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