Cliché

Mario Alegre Barrios

¿Quién no los ha visto? Sus edades oscilan entre los 8 y los 16 años, visten uniformes de peloteros o baloncelistas, algunos caminan entre los autos con una lata en la mano, mientras otros alzan cartulinas que explican el objetivo de la recolecta: un viaje a Orlando a algún torneo para "representar a Puerto Rico". Así de simple. No hacen otra cosa más que pedir, mientras los padres los observan a la distancia, recostados en algún auto con el baúl abierto y una neverita cerca.

Hay quienes pensarán que eso no tiene nada de malo, que son muchachos de escasos recursos que piden para ir a "poner en alto el nombre de Puerto Rico" -así dice el cliché ¿no?- y que esa es la única manera de hacerlo: pedir.

¿La única? La más cómoda quizá... y también -sin duda- de las menos dignas.

Concediendo -con reservas obvias- que esos torneos existan, ¿por qué no utilizar la coyuntura para enseñar a esos jóvenes el valor del trabajo y la satisfacción que se deriva de realizar un sueño a través del esfuerzo que da algo a cambio?

Formas hay varias, desde lavar carros y vender galletas, hasta limpiar patios...

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