Borrachísimos

Mario Alegre Barrios

Sin embargo, ese problema -en apariencia muy personal- se vuelve asunto de interés público cuando amenaza la vida de los demás; de quienes somos víctimas potenciales de esos muchachos que, intoxicados, conducen algún vehículo de motor.

Corro con frecuencia al amanecer, desde poco antes de que el Sol se levante, con una ruta que pasa por el Condado, muy cerca de donde los sábados y domingos -a esa hora- infinidad de jóvenes que muchas veces no parecen tener más de 16 años, beben -en diversos negocios y en las aceras frente a ellos- los últimos tragos de una jornada que comenzó la noche anterior.

Así los dejo cuando comienzo a correr y así los encuentro a mi regreso hora y media después -más borrachos, claro- cuando ya los negocios comienzan a cerrar, ante las miradas de los policías que rondan la zona, algunos en patrulla y otros a pie.

Los negocios cierran, pero la fiesta sigue en los estacionamientos y aceras frente a algunos de los restaurantes cercanos, donde el vehículo de cualquiera de los jóvenes se convierte en improvisada barra, con medio galón de ron, whisky o vodka sobre la capota, a...

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