D. D.

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

  1. Más allá de la eficiencia o ineficiencia de las agencias gubernamentales, responsables de encararlas, ¿se puede anticipar que una madre ocultará el cadáver de su bebé en un refrigerador? Una segunda pregunta: ¿cómo se alcanza a pronosticar que un padrastro "normal" atacará a su hijastro, de escasos seis años, a batazos? Otra pregunta: ¿cómo definir la "normalidad" sin caer en el carpeteo mental?

    Bueno, seamos francos, el carpeteo mental existe. Carpeteo por clase y etnia, raza y género. De la gente del residencial, de siempre carpeteada mentalmente, nada bueno se piensa, aun cuando allí se produzca arte pictórico, se ensayen nuevas rutas hacia el teatro y el baile, se filme cine. De la gente de las urbanizaciones encopetadas, nunca carpeteadas mentalmente, todo bueno se piensa, aun cuando allí se produzcan asesinatos que deshonran el linaje humano.

    Desde luego, la negativa a reconocer los efectos del síndrome D.D., un síndrome de conducta epidémica según las estadísticas, aleja la solución del problema. Mas, al síndrome D.D. volveremos adelante.

  2. Llama la atención que las agresiones contra la población infantil ocurren, la mar de las veces, en los recintos donde no se esperaría que ocurrieran. Que son los recintos donde la inocencia merece honrarse como tesoro incorpóreo. La ramplona paráfrasis de un verso bellísimo de Pablo Neruda serviría de argumento para encender el tema: "Es tan corta la niñez y tan larga la adultez".

    ¿Cuáles son tales recintos? Para empezar, el hogar propio. Para terminar, los recintos tenidos por "seguros", sin la menor duda. A conformidad con lo predicho, agreguemos que las infamias tienen por hechores, la mar de las veces, desde el mismísimo padre engendrador y la mismísima madre paridora, hasta unos fulanos ocultos tras la máscara de "gente intachable". ¡Las palabras máscara e hipócrita son palabras intercambiables!

    Ojo: más que asustar, el desglose de los abusos perpetrados contra la población infantil horroriza y asquea. Abofetear en la cara a un niño o partirle la boca son atentados a su dignidad personal. Una dignidad que se reconoce en el acto de individualizarlo, con el nombre, apenas nacido. Luego vendrán las golpizas y patadas. Luego los episodios de sadismo, como la quemadura con cigarrillo, el encadenamiento y el ensogamiento, los mordiscos. Y, no faltaba más, luego vendrán los manoseos genitales, los estupros tras...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR