Algodón

Cezanne Cardona Morales

Entonces yo no sabía que las palabras costaban sangre.

Por muchos años su casa fue un refugio: un escondite para mi mamá y yo. El piso seis siempre era el mejor piso, el más fresco, el más cercano a la vida verdadera, porque la vida siempre estaba en otra parte. Allí fue la primera vez que escuché la palabra socialismo. Allí aprendí a desconfiar de la Historia oficial, del Estado, de Fidel y de Dios. Allí supe que al café negro y sin azúcar se le llama puya y que la lucha del pueblo se le llama guerra popular.

El sábado cuando fui a verlo al hospital estaba en intensivo. Después de una ardua lucha contra el cáncer, la quimioterapia debilitó su corazón. Estaba sedado y entubado. Recordé su sonrisa contagiosa, su mano en la plenera y las veces que mi mamá le decía "mi cabecita de algodón".

Buscando la salida del hospital tomé, por error, el pasillo de maternidad. Fue inevitable no pensar en Luis Ángel mientras aquellas familias...

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