Julia

Mari Mari Narváez

Escucho a ciertos intelectuales quejarse de la falta de homenaje oficial a Julia, de la ausencia de fondos para su centenario, de esa perenne "ausencia" de tantas lecturas en el currículo escolar.

Tendrán razón. Pero a mí lo que me conmueve es, precisamente, cómo la celebración del centenario de Julia se ha convertido en un homenaje de la gente: de las instituciones, de sus lectores, de los maestros, de los artistas, de tanta gente para quien Julia siempre está viva. Y es que todos (muchos, muchas) llevamos a Julia, su poesía, su historia, su belleza, su contrariedad, su feralidad, muy adentro. Su espíritu es muy próximo y hondo y permanente.

No puedo pensar en ella sin recordar a mi madre. Siempre nos llevaba a Loíza y, al acercarse al puente del Río Grande, nos hacía bajar los cristales del carro, respirar profundamente y recitar con ella ese poema de amor que es "Río Grande de Loíza" ("Río hombre, pero hombre con pureza de río").

Recuerdo la sensación. Mis hermanas y yo con aquella incomodidad leve, sintiéndonos un poco ridículas. Pero, al mismo tiempo, con la certeza alucinante de...

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