¡Conspiración!

Sergio C. Gutiérrez Negrón

La pulsión conspiratoria en las redes no es nueva, por supuesto. Parecería que la era de la información está caracterizada por la muy acertada impresión de que las cosas no son lo que parecen, y que siempre queda más información por procesar sobre (¿bajo?) la mesa. La experiencia contemporánea comienza a hacerse indistinguible de la experiencia conspiratoria, esa otra hija apócrifa de la Ilustración.

A pesar de la incómoda mueca de quien escucha al vecino auspiciar alguna opinión desgreñada, hay que valorar lo conspiratorio. Aun en su paranoia, el pensamiento conspiratorio está espoleado por la necesidad de conocer y descubrir una verdad que, se sospecha, ha sido ocultada. Con los años, la historia ha venido a darle la razón a aquellos paranoicos que, durante aquella larga Guerra Fría, insistieron en que el poder se movía por avenidas veladas, que los medios se atenían a una conveniente mordaza.

En el caso de Venezuela, las miradas conspiratorias reducen la crisis actual a la intromisión estadounidense, a la mano invisible de ese "buen vecino" que lleva décadas tomando los limones de los patios colindantes. No me extrañaría que estén en lo correcto, especialmente...

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