Se abrazan a la montaña para protegerse

YAUCO.- Eran cerca de las 8:00 p.m. del miércoles. La oscuridad de camino al barrio Ciénega de Yauco era absoluta. No hay energía desde la madrugada del martes cuando un nuevo temblor sorprendió al país, estremeciendo fuertemente a los pueblos del sur.En el tope de una montaña rodeada de un inmenso llano y las aguas del río Yauco, se observa una luz que sobresalta a la vista. Desde el lunes, Día de Reyes, la familia de Edna Ayala y varios amigos se trasladaron al tope de una montaña, donde establecieron un campamento. El temblor de 5.8 de magnitud registrado ese día provocó que algunas de las residencias de la comunidad sufrieran daños estructurales."La mía (su residencia), gracias al Padre Celestial, me la dejó en pie para poder yo alimentarlos a ellos en lo que se resuelve la situación, pero todas son inhabitables", contó Ayala."Estamos con miedo de regresar a las casas, de buscar lo que dejamos y salvar un poquitito más de lo que se quedó, porque se sobrentiende que la situación económica no está buena", agregó.El sector Ciénega del barrio Barinas, explicó el alcalde de Yauco, Ángel Luis Torres Ortiz, colinda con el barrio Indios de Guayanilla, cerca de la playa Tamarindo. "El epicentro se siente más duro aquí porque está más cercano a ellos", detalló el ejecutivo municipal, quien les entregó unos catres y toldos.En total, son 42 los que están acampando en el área.Los niños duermen debajo de una carpa donde ubicaron unos catres y varios colchones inflables. Allí -poco antes que llegáramos- jugaban briscas y entre brincos y carcajadas intentaban dormirse con el temor de que, en cualquier momento, podrían tener que salir corriendo. Los sismos en el área sur, se registran continuamente."Por el día, nos ponemos allá a jugar con los carritos y después nos venimos acá a comer y después seguimos jugando", contó Jelian Nicolle Vélez, de 9 años.A unos pasos de donde duermen los pequeños, hay ubicadas tres casetas de campaña. La mayoría de los adultos, sin embargo, duerme debajo de un toldo azul que colocaron a la entrada del terreno. Allí, en sillas de playas, intentan conciliar el sueño que continuamente se ve interrumpido por las insistentes réplicas."Los mayores descansamos en esta parte sentados, durmiendo cabizbajos o tratando de dormir, pero esa es nuestra realidad", relató Ayala.Otros se mantienen vigilantes. "Estamos pendientes, nos levantamos, vamos a donde los chicos, los alumbramos y así nos lo pasamos", describió.En el extremo de la...

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