El acueducto de Corcovada

Corcovada es el barrio más lejano que tiene Añasco y hace más de medio siglo los residentes tuvieron que construir su propio acueducto para tener agua potable, a razón de 300 horas mínimas de trabajo por familia.Ese legado de gestión comunitaria y esfuerzo propio es el que todavía guía los trabajos del Comité Comunal de Corcovada que dirige Iris González Ramos y que administra el acueducto, un centro de convenciones y una escuela rescatada en la que se ofrecen servicios."La comunidad comenzó a dar los primeros pasos en el 1960. Llegaron la División de Educación a la Comunidad y unos misioneros y empezaron a ayudar a la comunidad. En el 62 pusieron la luz, pero no teníamos carreteras, ni agua. Se hizo el proyecto del acueducto, que fue a mano. Había que llegar al pozo y llevar la tubería al tanque y a la comunidad. Había como 45 familias y se pusieron 300 horas de trabajo por familia, pero hubo gente que trabajó más de 1,000 horas", explica Iris, quien tenía como cinco años en ese tiempo y puntualiza que "somos de Corcovada arriba, estamos en una loma bien alta".Desde entonces, la comunidad ha estado organizada para pagar una cuota con la que pagan la luz y otros gastos relacionados al mantenimiento del acueducto, que comenzó con un pozo hincado y luego se extendió a dos. La cuota comenzó en un mínimo de $10 por familia hasta llegar a los $20 que pagan actualmente por un consumo básico de hasta 25 metros cúbicos. Si consumen más de esa cantidad pagan más. El acueducto tiene capacidad para 160 casas."Hay unas personas de la comunidad que leen los contadores, una semana antes de cobrar. Si del contador hacia mi casa se daña algo, tengo que pagar esa agua que se pierda. Si es de mi casa hacia afuera hay que decirlo rápido para que el Comité lo arregle", detalla Iris, para agregar que cumplen con todos los reglamentos y leyes requeridas y que hacen análisis de calidad de agua mensualmente.No fue sino hasta 2006 que la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados se asomó en Corcovada con intención de conectar a los residentes a su sistema. Pero los vecinos se reunieron en asamblea y rechazaron ese plan. Al año siguiente, el Departamento de Salud les impuso la compra de una batería de $10,000, cantidad que pudieron pagar porque en esa misma fecha ganaron $5,000 por el Premio Solidaridad que les otorgó la Miranda Foundation. El resto del dinero se los dio el municipio.La experiencia previa como dueña de negocio le ha facilitado a Iris la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR