Agua, agua por doquier y ni una gota para beber

Rodeada de mar por todas partes, parecería que la isleta de San Juan no debería tener problemas de abasto de aguas. Pero los tuvo hasta finales del siglo XIX, cuando se inauguró el acueducto largamente anhelado, cuya planificación inicial data de 1847, pero cuya construcción no finalizó hasta 1898 (un mes antes del bombardeo de San Juan por acorazados estadounidenses). Este libro es la historia de esa hazaña y, también, la de nuestra ciudad capital contada a través de los esfuerzos para darle un abastecimiento confiable y constante de agua. Se publica en ocasión de la recuperación del antiguo acueducto del río Piedras, recuperación impulsada por la visión y pasión del planificador e historiador que es su autor.

El recuento empieza con la prehistoria del acueducto: los primeros siglos de la ciudad, cuando los sanjuaneros se abastecían de agua en pozos y aljibes o en fuentes fuera del recinto murado, como la de Aguilar en Miramar. Sepúlveda ilustra el texto con todo tipo de recursos gráficos: fotos antiguas, mapas, planos, dibujos arquitectónicos, reproducciones de documentos importantes. Ese rico material añade a la importancia documental del libro.

Tres momentos resultan centrales: los de la construcción, la remodelación y ampliación y la reconstrucción del acueducto de San Juan. Los tres coinciden con otras tantas guerras que afectaron a Puerto Rico.

Si bien la inauguración del acueducto municipal coincide con el inicio de la Guerra Hispanoamericana, se dio en una década que vio eventos indicativos de una incipiente modernidad. A principios de la década se celebró la feria del cuarto centenario del descubrimiento de la Isla con una exhibición que mostró los logros del país en la agricultura, las ciencias y las artes. Hacia el final de la década se derribaron las murallas que encerraban la ciudad, que se amplió hacia Puerta de Tierra y lo que hoy es Santurce. En 1897 se concedió a la Isla la ansiada autonomía política y -ese mismo año- llegó el cine al país.

El ingeniero municipal Arturo Guerra logró llevar a cabo finalmente la magna obra del acueducto, encargándose de hacer los planos, determinar las fuentes de agua (el río Piedras), pedir la maquinaria, supervisar la instalación de filtros y dirigir las construcciones necesarias, logrando que, finalmente, el agua fluyera hacia la ciudad. La hazaña...

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