Aguas regresan a su cauce

Álida Mediavilla y Santos Negrón comenzaron ayer a limpiar lo que fue su casa por los pasados 24 años. Con escoba en mano, sacaban las aguas sucias que se habían apoderado de su hogar. Aunque en ocasiones las lágrimas se apoderaban de sus rostros al ver los estragos de su residencia, un halo de esperanza y superación reinaba.

El matrimonio tuvo que abandonar el pasado miércoles su vivienda, en medio del huracán María, porque abrieron las compuertas del río La Plata provocando una inundación en gran parte de Levittown, Toa Baja.

Solo tuvieron cinco minutos para desalojar el Bulevar Monroig. Solo cogieron una muda de ropa. No era momento de pensar qué podían salvar. El agua les impidió movilizarse en sus carros. Se montaron en la guagua de su vecino y se dirigieron al Centro de Diagnóstico y Tratamiento de Cataño, que se había convertido en refugio.

El agua volvió a su cauce y el matrimonio regresó para palpar cómo había quedado el terruño que habían construido.

“Cuando yo llegué aquí encontré mi casa bajo agua. Perdí todo, cama, nevera, cocina, sala. Uno trabajó por la casita de sus sueños y ahora hay que empezar de nuevo”, dijo, afligida, Mediavilla.

La pareja había saldado su hogar hace dos meses. Ayer, la casa estaba llena de enseres inservibles, tierra por doquier y un olor repugnante que apretaba el estómago.

“Esto nos pasa una vez. Otra vez no nos pasará. Vamos a hacer de esto una fortaleza, un dique para que el agua no entre”, aseguró Negrón mientras sacaba el agua.

Todavía hay refugiados

Aunque la gran mayoría de los residentes de Levittown ya han regresado a sus casas, no todos han podido.

En la escuela Pedro Albizu Campos aún quedan refugiados que pudieron sobrevivir la noche de la inundación. Unos ocho murieron ahogados.

Arturo Casado, residente de Toaville, se refugió en la escuela a sabiendas de que el huracán podía tener impacto sobre su residencia. Sin embargo, no fue María la que embistió contra su hogar sino la inundación posterior que le había impedido llegar a su residencia.

“Allí no voy a encontrar nada. La casa llegó a estar bajo agua. Tendremos que empezar de cero, pero estamos vivos. Me podría poner a llorar pero no tengo ni sentimientos para eso”, soltó con la mirada en el suelo.

“Eso fue una...

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