Agustín Lara en blanco y negro

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

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Sí, la banda recopila un ramillete de entre las cuatrocientas ocho canciones que, según el pleiteado rumor, compuso Agustín Lara, nombre de soslayo imposible en cualquier referencia a la gran música, se apellide culta, o se apellide popular.

Tras su temprano acopio de gloria, fama y fortuna, a Agustín Lara se lo rebautizó como el Flaco de Oro. La antedicha trinidad de atributos le sirvió, de basamento firme, para la consumación de pasiones eróticas de alto vuelo -María Félix encabezó la abultada nómina. Mas, también lo ayudó a consumar las pasioncillas inconsecuentes, que no pasaban de ser calistenia sexual:-"Cada noche un amor, distinto amanecer, diferente visión".

Aclaro que no soy bolerólogo. Para serlo me falta la sapiencia envidiable de un Darío Jaramillo Agudelo, un Irvin García, un Cristóbal Díaz Ayala, un Jaime Rico Salazar. Tampoco soy historiador de las cuitas amorosas que hallan la fuerza motriz en el bolero, por el estilo enjundioso de una Iris Zavala, un Oscar Collazos, un Carlos Monsiváis. Soy, llana y sencillamente, un bolerómano más. Y lo soy por la herencia, el contagio y el vicio en que se me convirtió el cine mexicano.

La herencia llega por la vía materna. Mi madre cantaba boleros, en plan de contrapunto redentor a las tareas domésticas. El cocinar y el fregar, el lavar y el planchar, el restregar la casa con cepillo y jabón Camisa Negra eran tareas que enmarcaban boleros idílicos. El contagio llega por la vía de la sensibilidad epocal. Aprendí a gatear a la par que aprendí a tararear boleros. Pues el país puertorriqueño cantaba, de rabo a cabo, cuanto cantaban sus dioses tutelares: Toña la Negra y Daniel Santos, María Luisa Landín y Pedro Vargas por ejemplo. El cine mexicano se me hizo vicio cuando reinaba en la pantalla grande, allá por mi adolescencia. El bolero fue ingrediente habitual, sustantivo añadiría, en la factura de aquel cine.

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Por no ser bolerólogo, o historiador de cuitas amorosas, me reconozco imposibilitado de jerarquizar las composiciones del Flaco de Oro, desde la controvertible perspectiva de la superioridad. ¿Supera "Noches de ronda" a "Palabras de mujer", en términos de brío amatorio? Cómo demonios saberlo.

Otro tanto contestaría si se me pidiera jerarquizar, en rigurosos términos cualitativos, las canciones de Rafael Hernández. ¿Osará alguien afirmar que la formulación exquisita del bolero "Desvelo de amor" supera la formulación exquisita del bolero "Ya no me quieras...

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