Aislado el barrio San Lorenzo

MOROVIS.- La esperanza de los residentes del barrio San Lorenzo, en este municipio, de que instalaran un puente provisional se perdió tan rápido como volaron los techos de decenas de sus casas y de manera tan desoladora como los dejó el río cuando su crecida arrasó con el puente que los conectaba con su municipalidad.

Los primeros puentes temporeros se irán para Canóvanas, San Germán, Villalba y San Sebastián y ese anuncio del director de Construcción de la Autoridad de Carreteras y Transportación (ACT), Eduardo Ruiz, les constató a estos moroveños que, para salir o entrar a su comunidad, no les quedará más remedio que continuar el cruce a pie del río o dar una vuelta de hora y media a través de Orocovis.

Ese puente era la única conexión entre las cerca de 300 familias que residen en San Lorenzo y el resto de sus compueblanos. Era, además, la única vía para acceder a colmados, tiendas, hospitales, oficinas profesionales, familiares, amigos, así como a agencias estatales y municipales. Ahora, si no cruzan el río, tienen que llegar a Orocovis y virar hacia Morovis.

Al llevarse el puente, el huracán María rompió ese vínculo vial con el pueblo de Morovis, dejó desconectadas a estas familias y encerrada a la escuela a la que acuden, no solo niños del barrio San Lorenzo, sino también de otros sectores de Morovis. Una posibilidad es el cierre del plantel.

“Los padres no quieren, no aceptan (el cierre). Quieren que se ponga una cisterna porque, al moverlos a una escuela lejos (en Orocovis), no tienen manera de llevarlos”, explicó Norma Guevares Santiago, maestra retirada de esta escuela, donde se imparten clases a niños desde kínder a octavo grado.

Este barrio, como tantos otros en Puerto Rico, está sin agua y sin electricidad.

Sin embargo, al no existir el puente que facilite la movilidad de los residentes, Ángel Luis Sostre Vargas, por ejemplo, no puede encomendarle a nadie que le refrigere la insulina que necesita para controlar su diabetes.

Ha recurrido a mantenerla dentro de un recipiente con el agua más fría que consigue, que muchas veces es del chorro que baja de la montaña. De vez en cuando, tiene la fortuna de que alguien le traiga un poquito de hielo para mantener el medicamento, que debe estar refrigerado.

Sostre Vargas reside en el sector El Salto, que es uno de los más apartados del barrio San Lorenzo. Allí vive su parentela: 16 personas, de las que quedan 12 porque cuatro salieron de la comunidad tras el furioso azote de María.

“Nos...

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