Albores y ocaso de la Constitución

JUAN MANUEL DELGADO

HISTORIADOR Y PROFESOR UNIVERSITARIO

Esa anécdota vale un Potosí. Refleja el largo vía crucis colonial, el tirijala cuasi eterno por arrancarle algún pedazo de soberanía a la metrópolis y el poder de ésta para evitarlo. El poema "Sísifo", de Luis Muñoz Rivera, es el pergamino donde, con pluma de oro, quedó estampada nuestra tragedia griega: la historia de aquel titán que subió la enorme piedra hasta la cúspide de la montaña y que tristemente la vio descender cuando rodó hacia el abismo. Cual si fuese un castigo, intentó subirla de nuevo.

Nuestra cúspide fue el año 98, el fin de una cosa y el principio de lo mismo. Fecha histórica en que nuevamente comenzamos a subir la gigantesca mole. Aunque el poeta no se dio por aludido, en el fondo de sus versos se escucha el grito de un mea culpa.

No siempre fue así. Medio siglo antes del regaño del gobernador Sanz y de la inclinación sumisa del colonizado, un insigne grupo de patriotas conspiraban junto a Pedro Dubois para lograr la independencia y establecer la Constitución con el nombre de "República Boricua". Y es bueno que se sepa que fue bautizada con el nombre de nuestro gentilicio ancestral, algo así como querer restaurar el nombre de Boriquén. Boricua es voz primigenia que existía como nombre de clan en nuestra sociedad indígena. Y "boricua" es nuestro gentilicio, reconocido universalmente.

La República Boricua constituye los albores...

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