Alejándrose

Miguel Rodríguez Casellas

Cuando un tipo como Alejandro, que apareció en el menú mediático como un opinante locuaz y sentencioso, para luego trasladar su urgencia verbal a la dirección de DACO, donde habló sin parar frente a la cámara que lo seguía a todas partes, dándonos un merecido descanso del rostro de Aníbal, decide guardar silencio, no queda duda de que en la cúpula del partido ya no hay poetas.

Aconsejar silencio es cosa de abogados.

Los amigos populares tienen que acabar de entender que las candidaturas son narrativas heroicas que exigen ser concebidas como un buen poema épico, coordinando gesto y verbo sin titubear. En Alejandro no hay lo uno ni lo otro. Y eso no siempre fue así.

En la radio, cuando aún nadie sabía que el tío detrás de la voz era lindo, Alejandro brillaba. Es verdad que podía lucir fanatizado con las virtudes del ELA, cuestión que muy bien se justificaba con su origen montañero contrario al cinismo que curte a los nacidos en ciudad.

Alejandro está confundido si pensaba que íbamos a tragarnos la cursilería mesiánica del muchacho que...

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