Alexis

ÁNGEL DARÍO CARRERO

ESCRITOR

Es ya una larga y hermosa historia de amor y de compromiso, fruto de una combinación entre el tesón mismo de la comunidad, la alianza de voluntades solidarias y el testimonio de inserción y acompañamiento de tantos frailes, especialmente de fray Eddie Caro. Un camino junto a la gente de carne y hueso, de hambre y sueños, sin falsas expectativas, pero sin concesiones a la fatalidad, es decir, humildemente abrigados por la esperanza. Una causa ajena a la prisa, a lo espectacular, a lo burocrático, al lucro, a los premios, a los fríos resultados estadísticos que tanto desenfocan a las instituciones.

Nuestro secreto ha consistido, fundamentalmente, en proponer en el mismo escenario de la muerte, una variedad de programas desde una visión común, que es la de apostar, educar y encarnar el valor fundamental de la vida en todas sus dimensiones: física, intelectual, psicológica, cultural, familiar, laboral, espiritual, solidaria. La primacía de la vida por encima de cualquier otra consideración. Nuestra experiencia es que la transformación comunitaria acontece de forma perceptible -para el que tiene ojos para ver- desde esta sencilla pedagogía. Con transparencia y honestidad vocacional, con muy poco dinero, se llenan muchas canastas de vida. Pero también es cierto que un cambio favorable, estructuralmente duradero, sólo se logra cuando las instituciones presentes en la comunidad (y en el País) tratan de cumplir, simplemente, con el objetivo para el que fueron creadas, y establecen alianzas para lograr su cometido y ampliar su alcance. De este modo, los diversos ríos de la vida se van buscando entre sí, se entrelazan y brindan, poco a poco, una nueva fisonomía a la comunidad: el rostro que ya tenía esculpido en su anhelo.

La historia vivida en el sector Los Bravos de Sabana Seca puede sintetizarse con una imagen imposible de creer, pero maravillosamente cierta: la estructura de nuestra sede, después de muchos años de itinerancia en lugares improvisados, se levantó en el mismísimo lugar donde antes hubo un hospitalillo de droga y arsenal de toda la parafernalia de la violencia. El signo de la vida que se yergue, estructuralmente, por encima de la muerte, no es, sin embargo, el de una meta alcanzada; está ahí, contra todos los pronósticos, para dar orientación y sentido, para inspirar continuamente la consecución de lo imposible. Y lo es, también ahora, en este momento en el que transcurre el juicio sobre Alexis Candelario...

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