'Algún día, la cura y la vacuna llegarán'

Por Mildred Rivera Marrero

mrivera1@elnuevodia.com

Este verano se conmemoraron 30 años desde que el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) informara los primeros casos del síndrome de inmunodeficiencia adquirida, sida, la etapa más avanzada del virus de inmunodeficiencia humana, VIH.

Así que Marcial ha sido testigo de la segunda mitad del desarrollo de esa condición, del terror de los primeros años de la enfermedad, de la llegada de medicamentos más efectivos y de la merma en los esfuerzos de prevención a través de los años. Su diagnóstico, en 1996, coincidió con el año en que entraron al mercado los medicamentos inhibidores de proteasa, que probaron ofrecer una mayor expectativa de vida a los pacientes. Hasta 1995, solo existía el AZT.

Para esa fecha, y por estar en uno de los grupos de riesgo, se había hecho la prueba una o dos veces y como había salido negativo, dejó de hacérsela.

"Pensé en muerte". Esa fue su reacción al diagnóstico, después del cual tomó conciencia de que tenía ocho o diez amigos que habían muerto a causa de la enfermedad. Se deprimió y se aisló por un tiempo, hasta que regresó a trabajar y pudo enfrentar su nueva situación.

"El impacto es bien fuerte para cualquier persona. Los mayores -como yo que tenía 45 años- tienen más experiencia de vida, se han fijado unas metas, se apagan más", reflexionó.

Desde entonces, ha experimentado con varios medicamentos -en un momento llegó a tomar cerca de 30 pastillas diarias, aunque ahora son nueve-, ha desarrollado resistencia a algunos de ellos, participó en un estudio clínico, y lo han operado dos veces de células precancerosas anorrectales, una vez de cáncer en la boca y en otra ocasión, de los oídos. También le dio culebrilla.

Asimismo, Marcial destacó que el cuerpo de una persona con VIH/sida envejece 10 años más que su edad cronológica por el impacto de la enfermedad. Y, en adultos mayores, la situación se complica más porque surgen condiciones relacionadas con la edad, como diabetes, hipertensión y colesterol, que también requieren medicinas adicionales, lo cual, a su vez, impactan más el hígado y el bienestar en general. "La calidad de la vida no es la misma", destaca.

Marcial, sin embargo, ha logrado tener una vida productiva y "negociar" con Dios que le dé más tiempo porque tiene motivos por los que vivir. Además, es disciplinado con su tratamiento. "Me encanta leer. Todos los meses leo un libro. Voy al cine y al teatro. Tengo buenas amistades...

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