Más allá del europesimismo

Juan Lara

Economista

La profundización de la integración que se dio a partir de fines de los ochenta, con el proyecto del mercado único (Europa 1992) y la creación posterior de la moneda única (el Tratado de Maastricht) provocó un reavivamiento económico, y casi diríamos espiritual, que se describió con otro neologismo: euroforia. Y aunque el euro empezó su vida con una caída sostenida frente al dólar-los titulares de entonces decían: "El euro decepciona"-pronto nos acostumbramos a verlo como una moneda fuerte con la capacidad de suplantar al dólar (en el largo plazo) como la moneda-vehículo principal en la economía mundial.

Hoy no son pocos los que auguran el fin del euro, o al menos un debilitamiento definitivo de esta moneda, y la palabra "europesimismo" adquiere una doble connotación: la original, que denota el pesimismo sobre el futuro de la economía europea, y la nueva, que se refiere al pesimismo sobre la supervivencia del euro.

Paul Krugman, entre otros, dice que la crisis del euro no es más que la manifestación de defectos congénitos porque el proyecto se diseñó mal desde el principio al forzar la integración financiera de economías que no podían amornizarse en el plano fiscal. No todo el mundo es tan pesimista como Krugman en cuanto al euro, pero el pesimismo en cuanto a Europa parece estar bastante generalizado.

Uno de los problemas, que el propio Krugman señala repetidamente, es que los gobiernos de la Comunidad Europea se han maniatado a sí mismos en una maraña ideológica que, curiosamente, parece una repetición de errores del pasado.

Ya en el 1936, Keynes señalaba que una de las complicaciones en la crisis de entonces (la Gran Depresión) era que en los centros de poder prevalecían teorías incorrectas sobre las causas y las posibles curas de la crisis. En la Europa de hoy se ha impuesto un apego casi religioso a una doctrina de austeridad, justo cuando la economía necesita acción decidida para apuntalar el sistema financiero y prevenir una caída catastrófica de la demanda agregada. El resultado es previsible: recesión severa y generalizada, que a su vez socava la confianza que se supone que la austeridad debe propiciar.

El pesimismo es un obstáculo importante en el proceso de superar la crisis. Es casi una ley sicológica de la economía que la gente tiende a extrapolar las circunstancias inmediatas hacia el futuro indefinido. Cuando la economía va bien, piensan que siempre va a seguir así (por eso se forman las burbujas, y no se...

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