Cuando Ana fue puertorriqueña

Por Tatiana Pérez Rivera

tperez@elnuevodia.com

"Lo primero que vi fue una adolescente frente a un escritorio leyendo documentos de su lejano tío, mirando ilustraciones. La vi de lejitos", indica en torno a la heroína de esta novela, una española que quiso establecer una hacienda azucarera en Puerto Rico a mediados del siglo XIX, una extranjera que quiso ser puertorriqueña.

Un antepasado de Ana integró la expedición de colonización de Juan Ponce de León lo que despertó su interés por la Isla. Una vez aquí, administró la Hacienda Los Gemelos.

"Es un proceso tan misterioso. Yo veo esa niña, no sé dónde está, quién es y empiezo a escribir la escena. De momento se revela este personaje. Lo he descrito como fantasmas que cuando les toca me hablan. Lo mismo me pasó con Severo, yo no conozco a nadie como ese hombre, pero un día caminaba y de repente sale esa voz en la mente que me dice, "I'm not a bad man" y yo digo "Who's talking?". Llegué a casa y empecé a escribir, Severo Fuentes quería hablarme", relata sobre la historia que, como todas, fue escrita en inglés. La traducción es de Diego Jesús Vega.

La novelista aclara que no tiene creencias 'new age', pero que en este libro "fue como si esos personajes existían y estaban esperando que alguien escribiera la historia de cómo ellos vivieron y amaron y se pelearon. Fue diferente al resto de mis otros libros".

Sin duda alguna. Santiago, una puertorriqueña nacida en San Juan en el 1948 y radicada en Estados Unidos desde los trece años, saltó a la fama literaria con memorias como "Cuando era puertorriqueña" o "El amante turco". La ficción le impone responsabilidades muy diferentes.

"Tengo que crear todas sus vidas, quiénes son, con quién y dónde, eso es bien distinto a las memorias. Encima de eso está la responsabilidad con la historia. Todos los eventos son verídicos", indica sobre la epidemia de cólera, los huracanes o los cimarrones en busca de libertad que consigna en las páginas.

Prometió no imponer sus opiniones a sus personajes y, aunque a veces a regañadientes, fue leal a sus dictados sobre el rumbo de sus vidas.

"Se lo debía", aceptó.

Más de diez años investigó la historia boricua y aprendió de la industria de la azúcar. "Fueron años de leer y pensar", dice y agrega que tuvo que hacer la traducción de español antiguo a...

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