Animal

Yara Liceaga

La cosa empieza temprano, con un desafortunado matiz de inocencia juguetona cuando a los hijos e hijas, padres y madres y demás familiares preguntan: ¿de quién tú eres? La pregunta viene con una entonación aniñada, como una changuería amorosa, como una medida inevitable del cariño. Esa preguntita líquida en la niñez va endureciendo con los años hasta volverse el suelo por donde todos acuerdan será la sólida superficie de la que germina el amor.

Fíjense que en ese tipo de suelos poca cosa puede darse. Hongo, quizás.

Tenemos por otro lado el impulso de distintas denominaciones religiosas que atan el amor al dolor. Que hacen de la felicidad un sacrificio, lo convierten en purgar. Que destrozan al deseo deformando sus capacidades, volviéndolo dañino, sórdido.

Estamos de acuerdo en que las "cosas" no deciden; tomamos decisiones por los objetos, que son inanimados. A las velas las ponemos aquí, el sofá por acá, el televisor, la mesita de noche, la espuma de afeitar. Cosas.

Los seres humanos tenemos una ingeniería diferente, e...

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