Aprendizaje, desarrollo y capacidades locales

DEEPAK LAMBA-NIEVES

DIRECTOR DE INVESTIGACIONES, CENTRO PARA UNA NUEVA ECONOMÍA

Interesantemente, este es un tema que ha ganado adeptos entre algunos economistas. Quizás el más reconocido es Joseph Stiglitz, quien fue galardonado con el Premio Nobel de economía en el 2001. Según algunos de sus análisis recientes, lograr que las unidades principales de un sistema económico "aprendan a aprender" es una tarea indispensable, especialmente para los países en vías de desarrollo, pues su futuro crecimiento va a depender de ello. Lograr este cometido requiere entender, de entrada, que el conocimiento es esencialmente un bien público con unas características peculiares: se puede consumir y reproducir de muchas maneras sin desgastarlo, y no se aprovecha adecuadamente cuando las fuerzas del mercado dictan el ritmo de su diseminación. Por ejemplo, cuando una empresa controla el flujo de información valiosa para generar ganancias -como la fórmula de un fármaco, unas estadísticas o un código de programación-, solo los que pueden y están dispuestos a pagar, se benefician.

Algunos empresarios alegan que cobran para recobrar lo invertido en producir esa información, pues la invención de nuevas ideas tiene un costo. Ahí precisamente está el meollo del asunto: cuando el mercado dicta indiscriminadamente cómo debe fluir el conocimiento en una economía, se minimiza la capacidad de aprendizaje y el bienestar general.

Ante las deficiencias de la mano invisible, le toca al Gobierno intervenir de forma estratégica. En el caso de los países menos desarrollados, la clave para fomentar el desarrollo está en la elaboración de buenas políticas industriales. Estas son propuestas precisas que buscan brindarle apoyo a los sectores prioritarios de la economía y coordinar la actividad productiva.

Un régimen industrial bien articulado promueve el aprendizaje, facilitando el intercambio de conocimientos y abriendo espacios para la experimentación e innovación. Aunque algunos gobiernos lo nieguen, especialmente los más conservadores en materia económica, todos los países tienen una. La diferencia radica, según Stiglitz, en aquellas naciones que articulan su política industrial conscientemente, y las que dejan que otros la dicten, particularmente los buscones que andan detrás de subsidios y exenciones tributarias hechas a la medida.

El término política industrial puede sonar extraño, quizás arcaico para algunos, pero esto es solo porque las recetas neoliberales del Washington...

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