Arbolito

Gabino Iglesias

Cuando de niña dijo que sería mejor comprar un árbol sintético, la tildaron de ridícula. El año que se opuso a la locura colectiva del Viernes Negro, la madre amenazó con desheredarla. El año que expresó disgusto con lo que su hermano llamaba música navideña de verdad, un tío alcohólico le llamó ignorante y vendepatria. El año que no pudo venir porque los créditos en la universidad habían subido de precio, empuñaron contra ella la palabra elitista. El año en que expresó su interés en ser considerada una mujer y no una niña, la ignoraron.

Ahora hay un edificio hecho de regalos que nadie puede pagar esperando ser reconstruido debajo de un arbolito que alumbra un pillo de luz. Los padres están más viejos, los hermanos más abrasivos, el país al que regresa más podrido y delincuente.

La mujer mira por la ventana para escapar mientras sus padres intentan desenredar las luces. Debajo de una palma de cocos levanta sus mecánicas cabezas dos venados alienígenas. Más allá un...

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