El arte DE ENMASCARAR

Por Carmen Graciela Díaz . ESPECIAL eL NUEVO DÍA

Un brochazo aquí, un color acá, un par de cremas para retocar y el tacto para transformar un rostro que no se debe olvidar.

Contrario a lecturas que la banalizan, la imagen tiene un sitial privilegiado en el relato de la cultura y el espectáculo. Su impacto es tal que, para el eterno ojo colectivo no solo tiene un papel estelar en la proyección de un artista sino que puede pesar más que su obra.

Pero ese físico que se talla, no resulta porque sí o por sólo invocar "la buena imagen". La creación de esa fachada es, en efecto, un trabajo. Y sus artífices, entre esos los maquillistas, son los responsables anónimos de los personajes que marcan la cultura popular.

"Quien diga que la imagen no importa no se ha sentado a pensar que por imagen nos enamoramos, por imagen llegamos a conclusiones de las personas, por imagen nos apasionamos hasta revolcar nuestros instintos", expresa el maquillista Bryan Villarini sobre el relieve de la apariencia en una sociedad que palpita por el espectáculo.

Esa apariencia no debe confinarse a lo bonito o lo feo -agrega- sino que debe entenderse como fenómeno cultural. "Somos imagen", dice y, de alguna manera, los maquillistas Johnny Reinosa y Rosie Badillo comulgan con el pensamiento de este diseñador de maquillaje teatral.

Para Johnny Reinosa, quien ha sido maquillista y estilista del fenecido actor Walter Rodríguez, la cantante Donna Summer y el exgobernador Luis A. Ferré, la construcción de la apariencia es un compromiso con el público.

"En los actores y los cantantes, al igual que en todas las ramas sociales y culturales, la imagen proyecta el propósito del trabajo", menciona apasionado, a sus 56 años, quien se narra como "fruto" de las personas a quienes ha servido.

La veterana Rosie Badillo, quien ha dedicado su vida a diseñar maquillaje y a enseñar este arte, articula que el espectáculo sin imagen sería "muy aburrido" porque dicho elemento es el que se graba en las audiencias.

Estas interpretaciones dan cuenta no sólo de una faena tan intensa como creativa, sino de una obra constante que se nutre de documentación y un caudal de pasión.

"El maquillista diseña la apariencia del personaje. Si es un personaje malo, le pones las cejas como malvadas. Si está enfermo o muriéndose, lo tienes que poner pálido, ojeroso", ilustra Badillo, la mujer de 86 años y voz sosegada que diseña el maquillaje de las producciones de Teatro de la Ópera y Ópera de Puerto Rico.

Y es que...

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