Augusto Marín aún provoca

Por Tatiana Pérez Rivera

tperez@elnuevodia.com

El marchante Benjamín García radicó una demanda por difamación e interferencia contractual contra la hija del artista, Ivelisse Marín, luego que esta se negara a certificar la autenticidad de dichas tres obras que se atribuyen a su padre. Estas fueron vendidas por García a un coleccionista asentado en Miami.

La demanda fue radicada en el 2009 y a principios de este año la defensa de García, integrada por los abogados Luis Guillermo González Salas y Rodolfo Fogás Mondril, presentaron varios testigos, siendo el testimonio principal el del veterano artista Osiris Delgado.

"No sé si es la forma en que se compite en Puerto Rico por la venta de obras de arte, pero (al coleccionista que compró las piezas) le indujeron a pensar que eran falsas una vez compradas", indica el licenciado González Salas.

"La demanda es por difamación a las personas que alegaron que las obras eran falsas, las (mismas) obras cuyo perito (de la parte demandada) tampoco pudo establecer que lo son", asevera González Salas.

El abogado de la parte demandante subrayó que Delgado dejó claro lo difícil que resulta "establecer autenticidad de una obra cuando las variaciones de obra a obra en el trabajo de un artista son tan grandes". "Comparar cosas diferentes no puede concluir si la hizo Augusto Martín o no", dijo González Salas.

Desde ayer y hasta mañana presentan sus testigos Claudia Izurieta Berríos y Rafael Socorro Santoni, defensores de la parte demandada.

"Nosotros entendemos que durante el transcurso de su presentación de prueba esos elementos (de difamación) no quedaron claros", enfatizó la licenciada Izurieta.

"El núcleo de esta controversia son tres obras que se vendieron por parte del demandante a uno de sus clientes en Miami, a quien le llegó una información por parte de un tercero de que le iban a vender obras falsas. Ya había adquirido una de las tres obras y le recomiendan que hable con Ivelisse Marín para que verifique si conoce las obras como de su padre", explica, de otra parte, Socorro Santoni.

Ambos resaltaron que usualmente las obras vendidas en la década del sesenta -como las que provocaron este litigio- están acompañadas de un certificado de procedencia que comprueba si fueron adquiridas del propio artista o en una galería.

"En el caso de estas obras todas fueron adquiridas por terceros que nunca han aparecido. Nunca se ha proporcionado una dirección o teléfono de esas personas que las vendieron", dice Socorro...

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