Aunque es de noche

ÁNGEL DARIO CARRERO

ESCRITOR

Luego recurres, por ti mismo, a otras fuentes de luz más íntimas, como tus reservas psicológicas. Pero tan pronto te duermes, (tarde, pues todo sujeto capturado por la noche, se vuelve insomne), te sumerges en mil formas carentes de brillo, distorsionadas, pero más antiguas, más reales que la vida psíquica y física consciente.

Te sientes atrapado. El sueño se convierte en el imperio absoluto donde la noche ordena destejer todo lo que has sido. El despojo aumenta la gravedad de tu ser, te reduce a una frágil y efímera historicidad, declara tu total orfandad. Por ello, aunque todo transcurre con una prisa cruel, escuchas, miras, respiras, te desplazas, inevitablemente, a un ritmo que no es pausado, sino pesadamente desconocido.

Sin apenas tiempo para asentir a su rostro inexpresivo, la noche te entierra sus dientes afilados. Tienes que aceptar el absurdo de abrirte la propia piel para que te deshabite, y sólo en parte. La noche es todo menos predecible ni homogénea: la incertidumbre tendrá todavía otras fases sin la gracia lunar.

Convalecer es balbucear, dar pasos como los niños, mas sin ese deseo vital, sin ese afán de asombro que a ellos los moviliza por dentro. Te sientes torpemente movido por otra causa que no pertenece a tu propia voluntad herida. No indagas en ello. Te recuperas rápidamente, pero sabes que la noche todavía no acaba y no sabes si acabará algún día. Ese no-saber es tu nueva morada.

A tu alrededor todo lo cotidiano se entrega al movimiento rutinario, mientras tu patria personal está suspendida, en el aire, en el tiempo, pero fuera del tiempo. No puedes bajarte de ahí, aunque quieras. Y pocas realidades pueden subir hasta ti: el amor, sin duda. Pero amar es un gozo para el que hay que estar preparado para luchar, para sufrir, para perder jubilosamente el tiempo que te quieren ahora arrebatar. Amar es también soñar. Mejor escondes la escalera. Que nada ni nadie suba por ella. Le entregas a todos la ofrenda de tu distancia y de tu silencio sin peldaños. La renuncia como forma lastimada de amor. Pero hay quien sube o te hala, porque el amor es terco y osado, despeinado y creativo.

Buscas amparo entre los libros disponibles en una estantería ajena, como amuleto de la soledad, pero el truco, el vacío y la falsedad, te parecen más evidentes que nunca. Podrías leer a Huidobro, pero lo dejaste hace tiempo en otras manos que lo amaban más que tú: "¿Por qué perdiste tu primera serenidad?/ ¿Qué ángel malo...

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