Aviso de muerte a miles de millas

Por Yaritza Santiago Caraballo

yaritza.santiago@gfrmedia.com

"Sentí que me estaba mareando, que me debilitaba. Me sentía desvanecer, como que me estaba yendo. Era una sensación bien extraña que nunca antes me había pasado", contó.

Al poco tiempo, Hernández descifró la razón de ese extraño episodio: supo que su hijo Francisco Gregorio Martínez Hernández moría en ese momento al ser alcanzado por la bala de un francotirador mientras patrullaba a pie un vecindario en la ciudad de Ramadi, a 75 millas del oeste de Bagdad. Tenía 20 años.

Ese es el mayor y triste recuerdo que Hernández tiene de la guerra de Irak, un conflicto que, según ella, se dio sin causa y que le cobró la vida de su primogénito que amaba el surfing, la música y tenía planes de casarse.

Rodeada de fotos de su Paquito, esta madre contó a El Nuevo Día toda la angustia que vivió antes y después que el joven, con base en Texas, fue enviado a Irak.

Hernández confesó que tan pronto se enteró que su hijo iría a la guerra, presintió que jamás lo volvería a ver.

"Cuando me enteré que iba a ir a Irak lloré como una loca, me entró la demencia como yo digo. Me puse mal. Recuerdo que le dije a mi exsuegra: 'Sabes que él no va regresar, te lo digo desde ahora'", sostuvo. Y es que, como madre, sabía que su hijo entraba a un territorio enemigo muy peligroso.

Ese presagio no la dejaba dormir, y cuando lograba conciliar el sueño tenía pesadillas. De hecho, contó que una semana antes de la muerte soñó que huía con su hijo por lugares donde había mucho fuego. "Fue una sensación bien horrible", dijo.

Aquel 20 de marzo lo temible llegó. "Cuando supe que murió me tiré al piso y empecé a gritar como una loca. Grité: 'lo mataron, lo...

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