Búster

MAYRA MONTERO

ESCRITORA

Las lecciones que deja el proceso son numerosas. Pero noto una especie de vergüenza colectiva; una necesidad de que no salga a relucir más nada y el asunto vuelva a enterrarse rápido. Error craso, porque esto es bueno ventilarlo mucho y debatirlo más.

Decía el escritor colombiano Gustavo Alvarez Gardeazábal, que "el narcotráfico es una revolución cultural". Pues sí, hay algo de eso. Se está imponiendo una estética, una manera de razonar la vida y separar las cosas, que a la larga sólo consigue validar a criminales despiadados. Pero este asunto hay que ponerlo en blanco y negro, decirlo claramente, y que en el futuro nadie pueda esgrimir la excusa de que no lo sabía.

Existen cientos de artículos, ensayos, incluso libros, que exploran la manera en que el crimen organizado busca el reconocimiento social; es más, es un asunto de supervivencia para ellos. Precisan siempre de unos canales de intercambio que les permitan respirar, sacar la narizota del agua como los hipopótamos y "lavar" sus ganancias, que de lo contrario se les pudrirían en las manos. Leí una vez la reflexión de un sociólogo, mexicano según creo recordar, quien comentaba la necesidad de aislar a esta gente: en los vecindarios, en las actividades deportivas, en cualquier tipo de iniciativa social con la que intenten abrirse paso; o sea, vivir su fantasía de legalidad, algo que tantas veces logran.

El 27 de diciembre de 2008, los medios de comunicación del País daban cuenta del "grandioso" espectáculo que iba a celebrarse en el residencial José Celso Barbosa, "gracias a la generosidad de un amigo del sector, cuya identidad se desconoce". Vamos a ver: qué amigo paga a un grupo de artistas -ninguno de los cuales mueve un dedo por menos de $ 15,000, $ 20,000 o hasta $ 30,000-, y además contrata una tarima que, según la reseña periodística, estaba "a la altura de cualquier puesta escénica en un coliseo".

Si nos vamos a chupar el dedo, por lo menos hagámoslo con suspicacia. En los predios del residencial, en vísperas del fiestón, un reportero entrevistó a un teniente de la Policía, un tal Rodríguez, que observaba los preparativos. Este teniente dijo: "Nosotros nos enteramos de esto (de la fiesta) a última hora y estaremos velando por la seguridad de los que asistan".

Para arrastrarse de la risa. Velaron por la seguridad del Búster y de la pandilla de criminales que disfrutaron el concierto en un área VIP.

De modo que aquí hay una lección importante: cuando un...

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