Crea balance cuando uno de ellos está enfermo

Por Ileana Delgado Castro

idelgado@elnuevodia.com

Es el conmovedor relato de Diana Matos, de 55 años, sobre la enfermedad de su hermano, a quien dice que "quería intensamente". Sin embargo, también está segura de que hubo momentos en que se sentía "asfixiada" porque tuvo que hacerse cargo de él desde muy pequeña.

"Me sentía responsable porque él siempre necesitó ayuda para todo. Creo que aprendí a amarrarme los cordones de los zapatos más rápido que otras niñas de mi edad porque practiqué con él. En esa época me sentía importante porque cumplía esas tareas, pero con el paso del tiempo me sentía invisible, toda la atención era para él", recuerda Diana, mientras acepta que hubiese querido que su mamá la atendiera sólo a ella aunque sólo fuera por un ratito, que jugara con ella o que la peinara. "Ahora sé que fue difícil porque no teníamos más ayuda, sólo éramos nosotros tres", agrega.

Carmen Vega, de 39 años, ve la situación por la que pasó su familia con la enfermedad su hijo pequeño desde otra perspectiva. Su hija mayor tenía dos años cuando su hermanito, todavía un bebé, fue diagnosticado con cáncer.

"El tratamiento de la condición trajo largas separaciones para nuestra familia. Tratábamos de que la nena nos visitara al hospital varias veces en semana, pero eso no era lo usual con otros nenes ya que sus familias vivían fuera de San Juan", relata Carmen.

Pero dice que hablando con otras madres que acompañaban a sus hijos en los tratamientos, veía patrones que se repetían. Por ejemplo, que los hermanos oscilan entre la sobreprotección hacia el enfermo -en que no los dejan ni caminar libremente por la casa- o la rabia, provocada por celos.

"Por lo general, los hermanos que quedan en casa le atribuyen al integrante enfermo de la familia ser el causante de todas sus 'desgracias' -la soledad que sienten, la lejanía de mami que no puede ir a las actividades de la escuela y la falta de atención de familiares y amigos porque toda está dirigida al enfermo. Algunos exageran cualquier dolencia menor para ver si de esa forma sus padres les hacen caso", explica Carmen, tras destacar que su nena recibió ayuda psicológica para entender la enfermedad de su hermano y el porqué su mamá estaba fuera de la casa.

"Pero ésta (la ayuda psicológica) no debe ser exclusiva de los pequeños porque la realidad es que nadie está preparado para que te saquen la alfombra bajo los pies de un tirón", afirma Carmen.

Ambas mujeres, de diferentes formas, han experimentado el dolor y la impotencia de enfrentarse al diagnóstico de una enfermedad crónica o terminal en un ser querido. La primera como hermana. La segunda como madre y luego, viendo la reacción de su hija hacia la enfermedad del hermanito.

Y es que la reacción típica que se plantea en la familia cuando uno de sus miembros sufre una enfermedad, siempre es de gran preocupación. Más aún, cuando el enfermo es un hijo.

"Por ley de vida, en la cultura occidental, siempre se ha pensado que primero mueren los padres y después los hijos. Por eso es que se...

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