Un balcón a la naturaleza humana

ALEXANDRA VEGA

Especial para El Nuevo Día

Gualberto Ferrari está muy a gusto en el mundo. Espigado, de grandes ojos grisáceos y con una presencia juvenil que contradice su edad cronológica, el cineasta argentino cuenta una historia en la que destaca la gran movilidad geográfica a la que se ha sometido: desde adolescente es un imparable viajero.

Esa facilidad para desplazarse ha sido fundamental en su profesión. Y no sólo porque trabaje en diferentes continentes -Europa, Latinoamérica- sino porque se traslada ágilmente entre quehaceres -periodista, guionista, productor, realizador, consultor- y géneros cinematográficos, aunque con preferencia especial hacia el documental y la ficción.

Plenamente accesible, se expresa con vivacidad -y a veces contundencia- para luego matizar. O debatir. O reír.

El confeso amante del fútbol y padre de Luisa, de cinco meses, nació en Paran, cerca de la provincia de Buenos Aires, en 1955. Cuando tenía 13 años, su padre murió y un tiempo después su familia se trasladó a la capital argentina. Antes de los 20 años, ya se había aventurado como mochilero por toda la Argentina y había viajado por Brasil.

En 1977, influenciado por un tío juez, Carlos Ferrari, a quien describe cariñosamente como "un segundo padre", decidió estudiar derecho. Pero la guerra sucia argentina (1976-1983), que se caracterizó por una dictadura militar que practicó el terrorismo del estado, cambió el destino de su país. Y de paso, el suyo.

En 1978, su rechazo al régimen castrense lo impulsó a autoexilarse. Durante sus viajes "por casi toda Europa, divertidos y llenos de rock and roll", según dice, lo "picó el virus" del séptimo arte.

Su seducción cinematográfica encontró un entorno ideal en la Ciudad de las Luces. "París me ayudó a ver mucho cine. Eso fue lo fundamental. Cuando llegué había más de 400 cines y había todo el cine mundial. En ese sentido, para ver cine no hay ciudad en el mundo como París", afirma.

Allí, se empapó de los filmes que contribuyeron a formar su fibra estética. Cita particularmente las películas de los directores del neorrealismo italiano y la obra de John Cassavetes, director de cine independiente norteamericano.

Entre 1980 y 1983, estudió teoría de cine en la Universidad de París -la Sorbona- y consiguió sus primeras oportunidades como asistente de dirección en largometrajes. Regresó a Buenos Aires al final de la dictadura militar, pero entonces descubrió que ya era un "exilado definitivo". "Me reconozco cien por...

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