Bandera

Gabino Iglesias

En mi caso, me refiero a la anhelada muerte de la estupidez impune frente a la carcajada traviesa. Cada mañana, justo antes de leer la prensa, me toco el pecho mientras izo mi pícara calavera en contra de patrióticas gestas carentes de sentido, trillados discursos políticos e incoherentes pasiones ideológicas desprovistas de análisis. Con la risa como escudo, se puede lidiar mejor con el machismo, la memez, la farándula y otras extravagancias incomprensibles.

Ejemplo: el representante popular Jaime Perelló llamó pecosa a la bandera de Estados Unidos y el representante novoprogresista David Bonilla explotó en típica reacción bravucona de gallo de pelea.

Señores: las banderas no le dan de comer a nadie. Morir por una bandera es una tontería, al igual que insultarla. La bandera de Estados Unidos merece respeto, pero también hay que acordarse de que el país que la ondea ha cometido crímenes de guerra en sitios tan diversos como Panamá, Somalia e Irak. ¡La hilaridad reside en la enardecida ignorancia de ambos!

¿De qué nos sirven los políticos insulsos que con tanto fervor se abrazan a sencillos eslóganes...

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