El Béisbol es su medicina

Por Antolín Maldonado Ríos

arios@elnuevodia.com

La condición no pudo retirarla de los diamantes aunque ya los médicos parecían haberla decretado 'out' mientras convaleció por 45 días entre junio y agosto de ese año.

Ahora Desirée celebra la vida y su talento. El repunte con el que regresó al deporte dos meses después de su convalecencia, la ha hecho cosechar logros durante los últimos tres años y ahora la tiene pensando en grande. Ya hay universidades locales detrás de ella para reclutarla tan pronto culmine su cuarto año de escuela superior en la Pedro Albizu Campos. Mientras, ella también le echa un ojo a otras instituciones de Estados Unidos, y tanto disfruta estar en los diamantes, que lo mismo juega sóftbol que béisbol.

"Para mí fue bien impactante porque prácticamente el béisbol es como mi vida", recordó Desirée sobre el momento en que le indicaron que no podría volver a jugar béisbol tras el diagnóstico. "Es (el béisbol) lo que me iba a dar los estudios, y aún me sigue dando los estudios", añadió confiada en que la llevará a conseguir una beca.

Maldonado viene de ser seleccionada Jugadora Más Valiosa del torneo 2011 del béisbol femenino juvenil (14-17 años). Bateó para promedio de .524 y como lanzadora tuvo marca de 3-0 fungiendo como "closer" de las bicampeonas nacionales, Lobas de Arecibo. Todo esto la hizo merecedora de la distinción como valor del año de la Federación de Béisbol Aficionado de Puerto Rico, y galardonada durante la celebración de la Cena Olímpica.

Y pensar que su padre no quería que jugara, porque pensaba que "el béisbol no es para niñas".

"Nunca me ha gustado (el béisbol para las niñas). La grande (Xiomara) quería jugar y yo no la dejé. Hasta que mi esposa y la nena me convencieron y la dejé (a Desirée)", dijo su padre, Jorge Maldonado.

Tanto fue la insistencia de su hija, que acudía a las prácticas de los equipos de su progenitor y comenzaba a fildear roletas. Mientras tanto, su hermana mayor, Xiomara, se encargó de hacer fuerza para convencer al padre de que no le hiciera a Desirée lo mismo que a ella. Superado ese escollo de la infancia, la vida le tenía preparada una prueba aun mayor.

"Verla volver a jugar después de lo que pasó (el diagnóstico del lupus), fue un logro", dijo Xiomara conteniendo los deseos de llorar, mientras una de sus dos niñas, Xaimara, de dos años y sobrina de Desirée, jugaba con una bola y un guante rosado durante la entrevista.

Con un padre que jugó desde los nueve años, que llegó hasta...

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