Entre lo bello y lo sagrado

Israel

Por Jesús Hernández

De un lado se escucha el susurro de los judíos y del otro se oyen entre mezcladas las plegarias musulmanas y el repique de las campanas en las iglesias. Una de las tantas singularidades que hace a esta ciudad única en su clase.

La Ciudad Vieja cuenta con ocho grandes puertas, pero la de Jaffa es la más popular y cercana para el visitante, donde seguramente encontrarás a algún imitador de Jesús que busca ganarse la vida.

Entrada que colinda con los barrios cristianos y armenios, al mismo tiempo que anuncia el comienzo de un largo caminar por un laberinto de callejones, muchas veces subterráneos; que alberga un antiquísimo mercado popular árabe.

Allí el olor de las especias parece mezclarse con el de las golosinas que dan paso a cuanta prenda decorativa puedas imaginar. Auténticas lámparas de corte arábigo, alfombras y artículos religiosos que abundan por doquier. Collares, aretes y miles de pulseras hechas con metales que lucen sus brillos.

Los mercaderes se alistan a la entrada de las pequeñas tiendas y pregonan lo que tienen para vender. Inflan los precios porque esperan que el cliente regatee. Una vieja costumbre árabe que busca la presa perfecta. Ofrecen un rosario hecho de olivo por $ 10, pero si insistes puedes bajar el precio a $ 3 al cambio.

Del lado cristiano está el santuario El Santo Sepulcro con horario compartido por católicos y ortodoxos, aunque a penas se hablen y no se lleven muy bien. Gran templo sagrado construido hacia el siglo IV sobre el lugar donde, según los Evangelios, tuvo lugar la Crucifixión, enterramiento y Resurrección de Cristo. Punto final de La Vía Dolorosa que parte del Monasterio de la Flagelación y a diario es recorrida por fieles que portan cruces y rinden tributo ante cada una de las estaciones del Vía Crucis.

La puerta más hermosa es la de Damasco y está en el barrio árabe. Una colosal construcción edificada hacia el 1542, que evoca el estilo arquitectónico otomano con líneas simétricas y decoraciones incrustadas. Punto de entrada al lado posterior del gran bazar callejero árabe, donde abunda el buen comer, las frutas y verduras de la zona. Un sorprendente ir y venir de gente que no parece tener fin. Hay hombres que se cubren la cabeza con el paño blanquinegro y hay mujeres que portan velos de diversos colores. Otra de las muchas características que agrega misticismo a la milenaria ciudad.

Sobre el lado posterior del viejo casco, mirando al Monte de los Olivos, encontramos el Monte del Templo donde Abraham protagonizó el sacrificio de su...

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