Billetero

JAIME TORRES TORRES

PERIODISTA

La generación del pega tres y el loto, aturdida por la posibilidad de premios millonarios con revancha, te saca el cuerpo.

No es un secreto que las ventas de la lotería tradicional han mermado, pero tú perseverabas en tu humilde y honrosa faena para llevar unos dólares a tu casa, necesarios para pagar la luz, comprar los pañales de tu nieto y completar la compra de arroz, pan, café y leche.

Las tardes de lluvia eran una pesadilla. Cubrías los billetes con una plástico transparente, te ponías la capa y acentuabas el volumen de tu pregón billetero. Hubo días en que no almorzabas y recuperabas fuerzas con la empanadilla y el pocillo de café prieto que gentilmente te obsequiaba la dueña de la fonda de la esquina.

Al inicio de cada sorteo, preferías el contacto directo con las personas, pero pagando el precio de la desatención y la indiferencia. Algunos vecinos y parroquianos te conocían muy bien. Te reconocían como un hombre íntegro y te respetaban por tu laboriosidad. Por deferencia, cooperación, un simple cumplido o motivados por la quimera de la fortuna, te compraban los billetitos, algunos estrujados o...

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