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La boda, la misa y el velorio

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PEDRO REINA PÉREZ

HISTORIADOR

Al parecer nuestra obsesión con el presentismo, alimentado en parte por un ciclo noticioso de 24 horas sin pausa, y la infinidad de medios y fuentes que divulgan como noticias eventos que en realidad no lo son, terminan por diluir nuestra comprensión del presente, al punto de que sabemos menos y dudamos más. Así las cosas, tres acontecimientos internacionales ocurridos en un mismo fin de semana, y su difusión mediática, sirven para ilustrar esta fascinación con los relatos manipulados del amor, la vida y la muerte en clave cuasi-literaria y hasta panfletaria.

La mal llamada boda del siglo entre el príncipe Guillermo, heredero al trono británico por la casa de Windsor, con Kate Middleton ejemplificó con claridad esta obsesión por lo banal mezclado con elementos de lo absurdo, proveyendo una cortina a asuntos medulares para ese país. En momentos en que la economía británica atraviesa una recesión que ha obligado a severos cortes en el gasto público, la casa real incurrió en un gasto superlativo para complacer el insaciable apetito por conocer las peripecias de los famosos.

El montaje de este pseudo-evento generó una cobertura masiva en los cuatro rincones del planeta, en momentos en que las tropas británicas participan de la campaña bélica contra el gobierno de Muamar Gadafi en Libia, y combaten junto a tropas aliadas en las montañas de Afganistán contra Al Qaeda. Sin embargo, la celebración pública de esta boda oculta serias y poderosas contradicciones respecto a los desafíos que se anticipan en el Reino Unido.

Apenas dos días más tarde otra congregación multitudinaria reclamó nuestra atención, con motivo de la misa de beatificación del papa Juan Pablo II, figura política de gran relevancia política para la Iglesia Católica durante la Guerra Fría. La exagerada devoción que su figura ha generado, motivada en buena medida por el estímulo de su sucesor Benedicto XVI, contrasta con los...

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