Un boricua en el Báltico

EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ

ESCRITOR

Tallin es ciudad medieval en Estonia con talante engañoso. Aún resuena en la voz de la guía el resentimiento del colonizado contra rusos y alemanes. Siendo Tallin la llave al Golfo de Finlandia y el acceso a San Petersburgo (antes Leningrado), fue ciudad devastada por el imperialismo estalinista y la agresividad alemana. El apresurado abandono de Tallin por la marina soviética, durante la Segunda Guerra Mundial, fue el Dunkerque ruso.

San Petersburgo (antiguamente Petrogrado y luego "ciudad de Lenín") también es ciudad de canales. Si Alejandro Tapia y Rivera figuró a San Juan como la Venecia de las Antillas, Leningrado, con su severa belleza y canales -lo mismo íntimos y recónditos que navegables- con justicia y justeza es llamada la Venecia del Norte. Esta ciudad asediada y cercada por el ejército alemán del Norte y los finlandeses durante novecientos días, heroica en su lucha contra la metralla, el invierno y el hambre, tiene una belleza de tal severidad que sólo puede deberse a un gran plan imperial. Dostoyevski la llamó, en sus Apuntes del subsuelo, "la más premeditada de las ciudades". Pedro el Grande, en sus disputas territoriales con los suecos, quiso que fuera portal de una Rusia abierta a Occidente y ciudad bañada por las aguas del Báltico. Zarpando de San Petersburgo, el crucero pasó por la base naval de Kronstadt: fue heroica en la Revolución de 1905, la de 1917, también en 1921 contra los bolcheviques y luego en 1941, durante los años del asedio. De Kronstadt salió el buque de guerra Aurora, cuyos cañones dispararon tanto en 1917 contra el gobierno de Kerensky como en 1941 contra la Wehrmacht. Sentí la melancólica emoción del casi marginado de la Historia ante un escenario protagónico.

La serenidad monumental de San Petersburgo se acentúa con las llamadas "noches blancas" de junio y julio, en que los edificios están alumbrados con altos y claros cielos casi durante veinticuatro horas. Esos edificios grisáceos también fueron concebidos para esa luz perlada y a veces plomiza del Báltico. Las largas noches del invierno los vuelven fantasmales y los interminables días del estío los convierten en aseveraciones inequívocas del poderío.

Zarpamos a Finlandia. Fue aquí, en Helsinki, en 1952, que la delegación boricua debutó en los Juegos Olímpicos portando la...

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