Un boricua BRAVO

Por Marcos Billy Guzmán

Especial El Nuevo Día

¿Su nacionalidad? "¡Puertorriqueño!", exclama orgulloso. Oriundo de Guaynabo, Luis D. Ortiz es la más reciente adquisición del reality show Million Dollar Listing New York, cuya segunda temporada estrena el 8 de mayo con 12 episodios que giran en torno a tres agentes de bienes raíces y su drama trabajando en la Gran Manzana.

"Mi personalidad es bien extrovertida. Hablo con todo el mundo y las paredes", admite. La energía que manifiesta contrasta con sus horas de sueño: duerme 4 o 5 horas al día. "Siempre estoy afuera, en la calle. Me levanto a las 5:30 de la mañana y me acuesto como a la 1 de la madrugada... ¡Soy una batería!", comenta. Es la misma vigorosidad que dice haber proyectado en el programa. "Soy un puertorriqueño que sabe bailar salsa y tengo demasiada pasión a la hora de hacer algo", expone.

En el espacio televisivo, Luis D. Ortiz sustituye a Michael Lorber luego de que este saliera del show tras una temporada y, de esta forma, se integra al elenco que completan sus colegas Ryan Serhant y Fredrik Eklund. Entre ellos, el puertorriqueño es el más joven con 26 años. Pero esto no lo inunda de nervios, principalmente porque "me gusta tirar los dados y tomar riesgos ya que es la única forma en que la vida será interesante".

Como un adolescente que corría patineta en Puerto Rico, Luis D. Ortiz decidió abandonar ese deporte para mudarse a Estados Unidos con miras a convertirse en director de cine. Era su gran sueño y un día, cuando solo tenía 16 años, abandonó la Isla sin siquiera consultarlo con su madre, ni despedirse formalmente de ella. Le dejó una carta y no le habló por meses.

"Empecé entre empujones en Nueva York, doblando camisas en una tienda de ropa y luego era conserje en un community college", recuerda.

Tres años más tarde, el boricua llevó su ilusión a Bolivia, donde rodó la película Amalia. La cinta, explica, le ganó un reconocimiento del festival Cinefiesta. "Me dieron el premio de mejor director en la categoría internacional. Lo crearon por mí. Me dijeron que no habían conocido a un muchacho que quisiera tanto algo", señala.

Su segunda apuesta en Bolivia no tuvo tanta suerte. El filme lo tituló El teatro de lo absurdo en honor al disco de Draco Rosa. "Es sobre cómo la gente pretende ser lo que cree que debe ser para ser respetados en la sociedad. No me gustó. Hay veces que quieres decir algo, pero no te sale como quieras. Estaba decepcionado y, como era tan joven, no se la...

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